La costumbre, todavía presente en la actualidad, de colocar la abertura y la botonadura de las prendas en lados distintos según el sexo, tiene un origen mucho más práctico de lo que podría parecer. Su historia se remonta a la Edad Media, una época en la que no existían los bolsillos y las prendas debían cumplir múltiples funciones.
En las prendas masculinas, los botones están cosidos a la derecha, mientras que en las femeninas se colocan a la izquierda. Esta diferencia, que hoy asociamos a la tradición o a la moda, tuvo en su origen motivos funcionales, derivados de los roles y costumbres de hombres y mujeres en aquellos tiempos.
Para los hombres, los botones se cosían a la derecha a propósito, de modo que la mano derecha quedaba libre para acceder rápidamente a las armas ocultas entre los ropajes, en caso de necesidad. Al estar situados los botones en el lado derecho, podían abrocharse más fácilmente con la mano izquierda, sin soltar la empuñadura o el arma.
En el caso de las mujeres, la disposición contraria se debía a razones prácticas distintas.
Las mujeres solían cargar o sostener a los bebés con el brazo izquierdo, lo que dejaba la mano derecha libre para abotonar o desabotonar la prenda con mayor comodidad.
Existe también otra posible explicación, relacionada con la equitación femenina. Durante la Edad Media y el Renacimiento, las mujeres montaban a caballo con ambas piernas hacia el lado derecho del animal, para mantener la modestia de sus largas faldas. En esta posición, los botones situados a la izquierda evitaban que el viento o el movimiento levantaran la prenda, impidiendo que entrara aire por debajo de la blusa o el vestido.
Aunque las razones precisas se han diluido con el paso de los siglos, la costumbre perdura hasta hoy, recordando cómo las funciones cotidianas y sociales del pasado siguen influyendo, de manera casi inadvertida, en la moda contemporánea.






