Economía Circular

Según la definición más aceptada, este modelo de producción y consumo implica reutilizar, reparar, renovar y reciclar materiales y productos existentes todas las veces que sea posible para crear un valor añadido. De esta forma, se amplía el ciclo de vida de los recursos existentes, llevando a la práctica una estrategia de producción y consumo lo más sostenible posible, tanto económica como materialmente, gestionando óptimamente los recursos y los residuos generados. Todo ello enfocado en ser más sostenibles y en cuidar nuestro medio ambiente, en contraste con el modelo lineal de usar y tirar.

En el caso de la tintorería y lavandería, no es más que profesionalizar —ya profesionalizado— la forma ancestral de cuidar las prendas que todos vestimos: lavándolas y planchándolas en lugar de tirarlas después de su uso, algo impensable y con poco sentido.

En Tintorerías Esmo, sin saberlo, antes incluso de crearse el término economía circular, se fueron introduciendo cambios en la forma de tratar y gestionar consumibles y residuos. Se mejoró el servicio, se evitaron acciones innecesarias y se eliminaron productos y consumibles que podían ser sustituidos por otros más sostenibles.

Hacia mediados de los años 80 se optó por adquirir maquinaria para el empaquetado de las prendas terminadas a entregar, utilizando fundas de plástico exactas para cada prenda, en lugar de usar fundas con longitud fija que no coincidían con la prenda. O sobraba funda o faltaba, debiendo usar otra para proteger la prenda por abajo.

Con esta mejora se consiguió optimizar el consumo de plástico, evitando el uso de más fundas de las necesarias, protegiendo la prenda al completo y mejorando la presentación del servicio. Además, se economizó el costo, creando una nueva gestión interna de residuos para acopiar el trozo desechado de los hombros por la maquinaria, depositado en un contenedor dedicado.

Actualmente, ya se está utilizando film plástico reciclado en un 70 % para las fundas de protección de prendas y ropa de hogar. Son un poco menos transparentes, pero mucho más ecológicas, algo que hasta el momento no se había conseguido en la industria. Se trata de un film más atractivo a la vista y con propiedades adecuadas para este uso, cerrando así, en lo posible, un poco más el círculo del uso del plástico.

Este material puede reutilizarse múltiples veces, y no debe ser demonizado, sino empleado con sentido común y depositado en el contenedor específico después de su uso, para que pueda ser reciclado. Lo mismo ocurre con las perchas, que deben desmontarse si es necesario por tener elementos de diferente composición, depositando cada parte en su contenedor correspondiente.

A finales de los años 80, la industria metalúrgica y de fabricación de perchas permitió la introducción de perchas metálicas de alambre galvanizado, eliminando la cobertura de plástico —fea por aquel entonces— al no existir maquinaria que permitiera introducir y ajustar el alambre dentro del plástico de cobertura. Esto también evitó la oxidación del alambre sin tratar dentro del plástico.

Con esta innovación se solucionaron varios problemas: se eliminó la cobertura plástica innecesaria, se redujo la generación de residuos, se facilitó el reciclado del alambre y se economizó el costo de la percha.

Durante los años 90 se incorporó maquinaria con circuito cerrado de funcionamiento, evitando chimeneas al exterior, innecesarias con esta tecnología. Esta maquinaria, de menor consumo energético y control computerizado —como se denominaba entonces—, incluía variadores electrónicos de giro y fuerza en los motores, uso variable de químicos según la carga de prendas, estabilización y filtrado del aire desalojado, y tratamiento específico de residuos antes de su retirada.

Todas estas cualidades estaban enfocadas en mejorar el trabajo, reducir procesos y beneficiar tanto al personal como al cliente, disminuyendo costes y aumentando la eficiencia.

Otra preocupación constante fue la búsqueda de productos lo más ecológicos posible, dentro de las opciones que la industria ofrecía para el tratamiento textil. Empresas punteras se dedicaron a investigar y desarrollar estos productos: detergentes y jabones con espuma controlada, de bajo residuo y fácilmente biodegradables; y químicos enzimáticos más eficaces, al requerir menores cantidades.

El personal fue formado por las propias empresas fabricantes para garantizar un uso correcto de estos productos técnicos y novedosos, consiguiendo resultados óptimos, generando escasos residuos y reduciendo los costes del servicio, con un beneficio directo para el cliente.

La gestión integral de los residuos generados en la limpieza de prendas y ropa de hogar comenzó incluso antes de que fuera regulada y de obligado cumplimiento. La suciedad extraída de los textiles tratados, además de los mínimos productos usados —porque la suciedad no desaparece por arte de la química—, es gestionada y retirada periódicamente por empresas especializadas y autorizadas.

También se realiza la recuperación de restos de productos limpiadores en los envases antes de ser desechados, gestionándolos junto con los ya mencionados residuos.

El papel y cartón utilizados o recibidos en envíos son gestionados por empresas especializadas en reciclado. Incluso se utilizan bolígrafos de marcado de prendas con tinta ecológica, diseñados específicamente para esta función.

Asimismo, se emplea iluminación LED de bajo consumo, incorporando los avances que la industria ha ido desarrollando, algunas con características técnicas específicas para la correcta iluminación de textiles.

No creemos ser un referente en el sector, ni lo pretendemos, pero siempre nos hemos preocupado por optimizar el trabajo realizado, convencidos de que ello redunda en beneficio de todos, cerrando así el círculo de una economía más responsable y sostenible.

Comparte:

Más de Interes

¿Manchas que no salen?

Tintorerías Esmo